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OPINIÓN

CARTA DE LOS MARTIRES DE LA GESTA DE ENERO DE 1964, AL PUEBLO Y  A LA JUVENTUD DE HOY.                 

Por Ramiro Guerra M.        

Abogado y cientista.           

Nosotros los jóvenes estudiantes de finales de la década de lo  cincuenta del siglo pasado e inicio de los sesentas, éramos conscientes de que la república de Panamá, nació con un puñal en su garganta  que se traducía en un perverso e indignante enclave colonial y el usufructo de los Estados Unidos, de unos de su más importante recurso nuestro, como era la posicion de tránsito entre dos mares. 

Sabíamos que Panamá nunca cedió su soberanía. Los Estados Unidos de hecho interpretó el  tratado Hay Bunau Varilla, a su antojo y capricho.             

Igualmente éramos conscientes  que mientras  no lográramos safarnos y erradicar ese enclave, la expulsión del ejército de los Estados Unidos y recuperar el canal, se nos seguiría observando en el mundo, como una república mediatizada e intervenida.      

Conocíamos muy bien, como las generaciones que nos antecedieron, sobre todo estudiantes y sectores de capas medias y obreros, nunca dieron su brazo a torcer.  

El objetivo estratégico, era recuperar  nuestra soberanía. Siempre nos destacamos por ser anti- imperialista y anti- oligarquía.  La alianza que se encontraba cómoda con esa condición de país ocupado.         

Jóvenes de hoy : nosotros los estudiantes institutores, cuando salimos del Instituto Nacional, hacia el colegio de Balboa, a exigir que al lado de la bandera de los Estados Unidos ondeara también la de Panamá, erámos consciente de los riegos que implicaba esa acción, pero la conciencia patriótica, era de tal poder y el amor a nuestro emblema patrio, que estaba por encima de riesgo alguno.  

Morir por la patria, no tiene precio; es un honor hacerlo. Y en aquellos días de enero  de 1964, ( 9, 10, 11 y 12) así lo hicimos. Enfrentamos al ejército más poderoso del mundo.             

En ese iter histórico, cumplimos con  nuestro deber de patriotas. Desde el olimpo, nos llenó de alegría, de que no habíamos arado en el mar. La historia, a partir de aquellos aciagos días, más nunca fue la misma. 

Nosotros y las generaciones que nos antecedieron, sembramos la semilla para la ruptura de esa condición de república enajenada.  Los jóvenes estudiantes, el pueblo panameño, bajo el liderazgo de Omar Torrijos, logró erradicar el enclave y recuperar el canal.  
Aquella frase, Panamá un solo territorio y una sola bandera, fue un hecho.  

Sin embargo, desde el más allá, un cierto grado de indignación nos corroe. 
Malos panameños y la oligarquía han vuelto por los caminos de la genuflexión,  y de la traición a la patria. Pero también nos llena de sastifacción, observar como el nacionalismo de los panameños, como el ave fenix, ha emergido con fuerza y volviendo  sobre caminos andados por nosotros, ha vuelto a levantar el pendón patrio, la bandera, para derrotar la pretensión de un gobierno, coaligado con una transnacional minera y la oligarquía, que retrotraía a la patria de la república mediatizada, inconclusa en su soberanía e independencía.                      

A sesenta años que entregamos nuestra existencia, exhortamos a nuestro pueblo, a nuestros estudiantes, que siga dando la lucha. Han resurgidos formas de intervención, algunas groseras y otras más fina, pero en fin intervención en la vida de nuestro país y estado soberano.           

Desde donde nos encontramos un saludo patriótico al pueblo y al país que nos vio nacer.

Nuestro mensaje final, siempre será un honor luchar y morir por la defensa de la patria.

5- 1-2024