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OPINIÓN

EL ABOGADO DEFENSOR, Y SU COMPROMISO CON EL RESPETO DE LA DIGNIDAD HUMANA

Por: Jorge Zúñiga Sánchez

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Los estrados judiciales son los escenarios de la competencia y confrontación entre contendores bien diferenciados por los intereses privados o públicos que representan, los que “en igualdad de armas” pretenden que con sus destrezas de “la esgrima procesal”, esperan de parte de una autoridad imparcial la satisfacción de sus pretensiones. 

Cuando advertimos que en riesgo está el goce o suspensión de la libertad corporal y el patrimonio de un ciudadano, sin exageraciones será “a muerte” este combate entre caballeros, rivalidad que se atizaría al extremo, tan pronto se conoce el resultado.

Por eso, si hay absolución, el “defensor vencedor” destacará la justeza del fallo, sin excluir las virtudes y la sapiencia del juzgador; pero si por el contrario le resulta adverso, el “defensor vencido” cuestionará con vehemencia las argucias empleadas por el Fiscal, y hasta la excesiva rigurosidad del Juzgador. Estas reacciones merecen nuestra censura, pues a nuestro a nuestro entender, ambas constituyen actos que contrarían la lealtad procesal prometida, pues en nada se dignifica la profesión, con esos halagos o esos reproches.      

La literatura y otras expresiones del arte, nos presentan conmovedoras historias de una abogado que defiende “a un pobre diablo” al que logra librar del cadalso, se convierte en un “paladín de la justicia”. En otras, lo describen como un personaje inescrupuloso que con su verbo y escritura, por salva “a un poderoso” de una merecida condena.

La relevancia institucional del abogado en labores de defensor ha ido “de altas y bajas”. No puede ser un “auxiliar de la justicia”, pues como dentro de esta categoría se enlistan otros sujetos contingentes de menor relevancia (peritos), su categoría procesal le es regateada. .     

En otros ocasiones se le califica como “colaborador del Órgano Judicial”, en la ni siquiera encuadrarían los Defensores de Oficio, aunque en administrativo integren esa entidad. Mucho menos encajan aquí los defensores particulares, pues de paso ese desmejoramiento debilitaría el derecho de contracción que enarbola, pues entonces el poder de derecho de acción se desbordaría en perjuicio del procesado, y con ello se rompería la igualdad y el equilibrio procesal.  

Tras una mirada a la historia de la justicia penal inquisitiva, queda evidenciado su total desprecio por las personas, pues su objetivo quedaba satisfecho con la obtención de su confesión, sin reparar en los métodos inhumanos empleados que debieran emplear. El camino hacia el reconocimiento de la dignidad humana ha sido un proceso lento y tortuoso, en el que para dar cada paso, fue necesario superar una serie de dogmas y creencias, que explicaban la naturaleza del poder terrenal.   

La admisión de la “la prueba” y la presencia activa de un letrado actuando como defensor, no aparecieron producto de la casualidad, referentes forzosos para quien indaga la ideología que sustenta el moderno sistema penal acusatorio. El acompañamiento obligado del abogado defensor dentro del proceso penal, es una conquista revolucionaria ganada a “sangre y fuego” en nombre de la libertad, la que en nuestros tiempos es una nota características de la democracia y del respeto a la libertad.  

Es preocupante que a pesar de los cambios que se han operado dentro de la sociedad moderna, muchos prejuicios e ideas que justificaban la legitimidad del desprecio institucionalizado hacia persona humana, ideas que aún se mantienen rezagadas en la mente de muchos funcionarios judiciales, situación que hoy hace relevante el papel beligerante que en tiempos d democracia se le exige al abogado defensor.

Con todo y que la abogacía sea una profesión liberal, al ejercerse en un espacio en el que la libertad es el del debate, el abogado defensor adquiere una nueva dimensión ética y jurídica, de la que lastimosamente no logran contagiarse los otros sujetos procesales.   

El abogado defensor, asume sus delicadas funciones en dos direcciones: la primera; ante a su representado con el que tiene el compromiso de desempeñar el mandato encomendado con alto sentido de responsabilidad; y la segunda es ante el Tribunal, mismo que espera que realizarás tu trabajo con absoluta lealtad y transparencia.     

En el nuevo “enlonado” judicial diseñado en y para democracia, se enfrentará “la libertad y el autoritarismo”, y tal como ayer, sigue hoy presente el Fiscal, mismo personaje histórico que con todo y su maquillaje y discurso “iushumanista”, busca que predominen de reglas y valores de un orden público considerado “injusto”, por el hecho de no ser coherente con las aspiraciones ni intereses de la sociedad.

Como nos percibamos dentro de la justicia penal, hoy somos parte de la crisis judicial, sin que al afirmar esto esté liberando de su cuota de responsabilidad, al “Abogado Defensor”. Así como los hay meritorios y decentes, los hay también profesionalmente irresponsables e intelectualmente mediocres, para la deshonra de los Abogados Defensores.