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OPINIÓN

EL VESTIBULO DE LOS COBARDES

Por: Dra. Edilia Camargo

“Llega el poeta a la puerta del infierno y lee en ella una inscripción pavorosa (.) Encuentran a la entrada a los cobardes que de nada sirvieron en la vida.”

 

Dante, La Divina Comedia. Canto III . Vestíbulo de cobardía y pereza

 

No será la primera vez que recurro a Dante para entrar en vestíbulos tenebrosos del aquí y ahora de una aburrida y bostezante cotidianidad. No solo en el Istmo panameño, sino en el mundo entero. Los etiquetadores, necesitan códigos de barra para la “mercancía.” Alimento de la base de datos de sus cerebrotes. FB, Instagram. Tuiter..La materia viva convertida en cosa. 

Pereza, necesitada de “entender” para vomitar seguidamente, la dosis de vitriol, sobre lo supuestamente entendido... (Obama dixit) y así enterrarlo ...Porque “no entendí. “. O ...a ver si entendí bien, y preguntarán, en este caso: ¿Dante puede ser de izquierda o derechoso? ¡Veo que lo citas varias veces! Y sí... “eso” es moneda corriente en una democracia, amigos/as. Buscar que coincida “el medio día con las dos de la tarde” ...Como dirían los ancestros galos.

Aflige. Y una se pregunta si verdaderamente la humanidad habrá sido tan cruel consigo misma, tanto como para provocar unas dos de la tarde en pleno medio día. ¿Para ir a dónde? ¿Al Cielo, a comer helados? Al infierno... ¿a lo mejor está lleno y no queda cupo? Ni para cobardes, ni perezosos de ambos sexos. Ni hablar del purgatorio que es el día a día.

Amigos/as, el problema es serio. No soy optimista, pero creo que tenemos obligación de serlo. Con toda la pasión y el coraje de que seamos capaces. Les propongo seguir a grandes zancadas a una filósofa francesa, Cynthia Fleury. La fin du courage. - Final de los valientes - Paris, Fayard, 2010.

Entraremos en Fleury en la intersección, mirada cruzada si prefieren, con Francis Fukuyama, Identity. The demand for dignity and the Politics of Resentment. New York, 2018. No olvidemos nuestro punto de partida. El vestíbulo de los cobardes – dejemos dormir a los perezosos-

Ambos filósofos rastrean pisadas de lo que pudiera ser, puntos de partida de una larga marcha sin descanso. Carreteras, trochas, autopistas de eso que han dado en llamar, dignidad. Y no para mostrarla como medallas de una maratón, si es que logran cruzar la meta. 

El problema gordo que estos dos enfrentan, tiene que ver con el re..conocimiento de esa tan anhelada dignidad. Entre negros, blancos, amarillos. Si nos quedamos en la contingencia del color de la piel. Hurgando más a fondo, nos topamos con otra, no tan evidente ni banal, diría yo. Se trata del sexo y sus orientaciones. Avanzamos y nos topamos con una tercera otra, dimensión de grueso calibre en cuanto a carga de sufrimiento. - No insinúo que se deje de sufrir en las dos anteriores. - Aquí aparecen visibles las condiciones de alta vulnerabilidad. Pobrezas discapacitantes – en esa parte oscura de la vida. Enfermedades. Y, finalmente, last but not least, forzosamente tendremos que palpar dignidad, acariciando al monstruo que nos ha acompañado, que lo queramos o no, a lo largo de todo el camino de la vida...La vejez, amiga o enemiga. Depende cómo la hayamos asumido y vivido.

De todo lo anterior se desprende que re...conocer exige igualdad de tratamiento entre seres que comparten la misma humanidad. No me cansaré de escribirlo: no tenemos otra. A menos que la inteligencia artificial venga en nuestro auxilio y fabrique la no necesidad de reconocernos. Seremos entonces robots...Fin de la historia. ¡Bravo, Fukuyama!

No es tarea fácil la reciprocidad del reconocimiento mutuo. Entre un marido machista y abusador frente a la mujer que obedece. Porque así la enseñaron. En la casa. Y para rematar, en la escuela. Entre millones de otros ejemplos.

En esta encrucijada, nuestra Cynthia se separa de Fukuyama. La reciprocidad del reconocimiento de dignidad exige un sagrado coraje. No es juguete de niños o niñas de pecho. O papillas etiquetadas para “rofear” como la berraca intelectual que supuestamente “entendió” el código de barras. Sin tener el valor de quemar neuronas para descifrarlo.

Existe, nos dirá Fleury, una epistemología del coraje. Fukuyama no logra encontrarla en el rastreo de los filósofos ingleses. Hobbes. Ni en Rousseau, Discurso sobre el origen de la desigualdad. Ni en el propio Hegel, me arriesgo a afirmar. Ese bendito valor courageux, es literatura hecha epistemología. Me aventuro a encontrarlo en la noción de fuerza que descubre Descartes en su física. Y Fleury va por ese camino. “Es eso – la fuerza que ata la palabra, no con saliva ni baba- al decir verdadero y parrésiastique - De parresia, retórica clásica, manera de hablar con franqueza, sin tapujos, o de excusarse por hablar así - “Esa fuerza (agregado mío) que articula paradigmas a todo el tropel de estrategias usadas para comunicarlos, darlos a comer y digerir. Finalmente, la palabra atada al coraje del reconocimiento del otro. Estilización, sin “mentir la verdad” o sea, sin falsificación.”

Entonces, amigos/as. ¿Dante y su Divina Comedia? Izquierdoso progre. ¿Derechoso poeta de un atrevido medio día en las galerías de un infierno alimentado por cobardes? - No se atreven a entrar - 

Fleury prefiere a Hugo. Monstruo de la literatura y de la vida. La leyenda de los siglos. Los Miserables, no son trofeos para cerrar cremalleras de socialités, ni alardear inmortalidades de comedores de lentejas con chorizos. A las dos de la tarde. Su palabra escrita se unirá a la corporeidad de lo dicho. Montará a la tribuna pública del purgatorio de lo político.

Algún día sabremos si esos Parlamentarios valientes, subieron al cielo o nos preceden en el camino de llamas que nunca se apagan. Nos queman por dentro. 

Seguimos....

 

La autora es presidenta de la Academia de Filosofía de Panamá

Red Continental de Personas Mayores de América latina y el Caribe.