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OPINIÓN

LA CASA  DE OMAR TORRIJOS EN SAN FRANCISCO.     

Por Ramiro Guerra M.     
Abogado y cientista político. 
Noviembre de 2022.   

Cinco  de la mañana, daba cuenta de una fila enorme de jóvenes y también adultos. Todos esperando que 'el general' los o nos atendiera. Todos con el mismo objetivo, que Omar intercediera para nosotros conseguir empleo en la administración pública.       

Omar en persona atendía. En esa fila me encontraba con el abogado Anselmo Guerra, mi hermano. Yo observaba, los que salían después de hablar con 'el general', lo hacían contentos; en sus manos llevaban una carta de recomendación (era más una orden que una recomendación) a un director de institución o ministro. 

Anselmo entró primero. Salió con una carta dirigida al ing. Fierro, director del IDAAN. Yo por alguna razón no conseguí trabajo, más por culpa mía que del general.  Anselmo corrió  con más suerte. Se presentó al IDAAN y el ingeniero lo antendió muy gente. 

Me cuenta Anselmo que el ingieniero le preguntó y tú muchacho ¿qué sabes hacer? Anselmo le contestó, soy pintor y el director de la institución lo remitió al departamento de ingieneria, departamento de dibujo y mapas. 

Estando mi hermano en dicha sección , no se sintió a gusto  y con un cargo de conciencia, por el hecho de que el ing. Fierro se confundió. El era pintor si, pero de brocha gorda.           

Para no alargar este  capítulo de la vida de mi hermano Anselmo, terminó como trabajador  del departamento de recolección de basura. A mi hermano nadie le echa cuento. Eso de madrugar o laborar a altas horas de la noche, montado en el estribo de un camión de basura, es un trabajo más que duro.  

Me cuenta que se hizo de muchos amigos  y hoy se encuentra con algunos de ellos que se jubilaron en el IDAAN. Seguramente muchos sesentones recordarán esos tiempos en que Omar, en su casa en San Francisco, atendía y recibía a los que sólo pedían un empleo.