LA ELÍPSE CÓNICA, textos sobre arte, letras y cultura integral,
presenta:
JULIO LAMBERT ORTIZ: CONSTRUCTOR DE SUEÑOS
Segunda parte
Texto: Manuel E. Montilla Muestra pictórica: Fundación para las Artes Montilla e Hijos
Los misteriosos médanos cambiaban
de forma con el viento.
Me parecían las nubes que al derrumbarse por tierra
se transformaban en «arena errante».
⸻José Emilio Pacheco⸻
“El artista no es solamente el que sueña, como cualquier individuo, sino el que construye sueños.” ⸻nos anota Mário Dionísio en su Introducción a la pintura (Alianza Editorial, 1972) ⸻añadiendo en párrafos subsiguientes un comentario de Henri Lefebvre: “El artista es un ser humano que tiene como disposición y necesidad fundamental la exigencia de desdoblarse y de realizarse en un objeto sensible” (Contribution a l’esthétique, Paris, 1953).
Por su parte Sartre es taxativo: “La obra de arte es un irreal” y explica: “Lo real, no nos cansemos de afirmarlo, son los resultados de las pinceladas, los empastes del lienzo, su grano, el barniz que se aplicó sobre los colores. Pero precisamente nada de eso es objeto de apreciaciones estéticas. Lo que es bello, por el contrario, es un ser que no podría entregarse a la percepción y que por su propia naturaleza está aislado del universo.” Concluye Sartre: “El cuadro debe ser concebido como una cosa material que de vez en cuando es visitada (cada vez que el espectador toma la actitud imaginante) por un irreal que es precisamente el objeto pintado” (L’Imaginaire. Psychologie phénoménologique de l’imagination, Paris, 1948).
En JULIO LAMBERT ORTIZ esta interacción, esta inserción, esta vinculación, más que física, emocional, o aún más. casi patológica, que hace de la emoción estética una mística devoradora que se exterioriza desde lo humano profundo, atravesando un perímetro en extremo sensorial, se torna en un norte inconmensurable que perseguir con terquedad y devastadora urgencia.
Para Julio, el arte, su Arte, lo era todo. Con mesiánica entrega vivió para la creación, jamás hubo en él duda sobre su camino; ni la acuciante carencia de lo cotidiano, ni las limitantes técnicas o la marginalidad de la incomprensión, pudieron doblegar su certeza de que sus investigaciones le conducirían a la revelación suprema: EL ARTE.
La humana carne podrá flaquear, las connotaciones sociales o económicas podrán ser hierro macerado o yunque implacable, la soledad interior marcará el decurso de la angustia, pero no podrá haber cabida para otra cosa, en su esencia, que abrirse el pecho y sacar, ardiente, ese grito supremo que se estampará sobre el lienzo o la piedra.
Así era Julio. Así partió por los caminos promisorios de Costa Rica. Así lo encontró para el amor Roxana. Así fue siempre, en los días de lluvia o en los de luz refulgente, en los de horror vacuo o en los de fraterna amicicia. Con ese furor retenía en la memoria a su patria, asfixiándose de lejanía, y con igual intensidad amó a su nueva tierra prometida.
Corría un 1980, desafiante y lluvioso, cuando se entroncarían dos personalidades fraternas: JULIO LAMBERT ORTIZ y RAÚL VÁSQUEZ SÁEZ. Hermanos en el arte, impulsivos, vehementes, íntegros, voraces por la vida, se encontraron y su amistad fue un feraz y permanente puerto de arribo en la senda confraternal y en la aventura estética.
“Conocí a Julio y su obra, ⸻rememora Raúl⸻ a través de una muestra itinerante que el Instituto Nacional de Cultura (de Panamá) presentó en la Universidad Popular de Azuero. Posteriormente, al regresar de México, con Adonaí Rivera Degracia, encontramos a Eduardo Augustine en Costa Rica y aplicamos para una expo en el Museo del Jade, que dirigía la amiga y artista Zulay Soto Méndez. La misma se concretó por mediación de la Embajada de Panamá. Al acto inaugural, la legación panameña invitó a Lambert.”
Continúa rememorando Raúl: “La empatía fue inmediata; Julio vivía cerca de la Estación del Pacífico, en San José; en un pequeño cuarto arriba de una tienda de pintura comercial. Nos quedábamos en su casa a pintar y, como siempre le gustó la cocina, al medio día preparábamos algo o comíamos en algún restaurante cercano.”
Raúl nos compartió sus memorias, del entrañable amigo, en una charla telefónica que, durante una hora, sostuvimos el 8 de abril del 2008. Con emoción reconstruía aquellos momentos, veintiocho años transcurridos, donde se forjaba un lazo amical imperecedero. Ahora los dos están más allá de las tribulaciones humanas y de seguro, de ser plausible, continúan esta platica amical entre las estrellas.
Nos cuenta que Lambert había laborado en la Zona del Canal, no obstante, confrontaba graves dificultades en lo familiar y de salud. Por aquellos días frecuentó el estudio de Juan Bautista Jeanine, otro gran adalid de la pintura panameña, instancias que lo motivaban y brindaban un incentivo para sus inquietudes en el arte. Al parecer, en esta etapa, conoce a una joven costarricense que visitaba Panamá en gira turística. La relación se incrementó y Julio viajaba con frecuencia a Costa Rica (un amigo le agenciaba los pasajes e inclusive, otro conocido, le ayudaba para las comunicaciones telefónicas). Pronto toma la decisión de dar el salto y probar fortuna en tierras costarricenses.
Los inicios fueron duros en extremo; Julio trató de dedicarse a la pintura y la escultura, pero la fortuna no le sonreía. Para subsistir decoraba bares y escaparates de almacenes, pintaba paisajes en troncos y se las ingeniaba de mil y una formas. Le gustaba rememorar, de ese tiempo, las bolas de espejos que hacía para las discotecas con efectos cinéticos y de luz.
Persistía en pintar, siendo un excelente colorista, pero utilizaba unas texturas con materiales poco ortodoxos que se le deterioraban rápidamente. Se deprimía con frecuencia ante sus fracasos técnicos y por no lograr calar en el medio artístico. Era un luchador con una firme convicción en medio de la vorágine existencial.
El arribo de los pintores panameños le brinda nuevos aires emotivos y técnicos. Raúl le sugiere la utilización de algunos materiales que venía investigando como las fibras de asbesto, que Julio adopta y utiliza por algún tiempo; pero que posteriormente deberá abandonar por las dificultades para su obtención y por las secuelas a la salud que constataron producía.
Anota Raúl: “se nos sumó el pintor salvadoreño, radicado en Costa Rica, GILBERTO AQUINO PÉREZ y después de las tertulias pictóricas nos íbamos a la casa de la suegra de Lambert en Concepción de Alajuelita. Ella siempre le tuvo mucho cariño. Allí continuábamos platicando sobre arte, de nuestros sueños y de Panamá. Este era un tema que apasionaba mucho a Julio; siempre tuvo a Panamá en su corazón.”
Desde 1977, Lambert, exponía en Costa Rica; ese año participó en el Certamen Centroamericano de Escultura Juan Rafael Chacón, y también mostró su obra en su país en la Expo 459 Aniversario Fundación de la Ciudad de Panamá, donde obtuvo Diploma de Mérito.
En 1982 exhibe creaciones suyas en la Exposición Colectiva del Centro Internacional Colón «Octubre Cultual ‘82»; en la Primera Exposición de Pintores Unidos por la Paz; en la muestra de la Asociación Tico–Panameña (Galería Ramírez Valido); en la exhibición colectiva de la Galería Pérez y en la Galería del Periódico La Nación, todas estas en Costa Rica.
Para entonces, dirigía la Galería Pérez donde eran famosas las peñas culturales que organizaba. Fue una época de gran actividad; pintaba y esculpía con gran entusiasmo y dedicación, estaba constantemente participando en colectivas.
Precisamente, en ese año, dentro del espacio de la Galería Pérez, se inaugura la muestra de tres artistas panameños: Julio Lambert Ortiz, Raúl Vásquez Sáez y Jorge Ruiz Melgar, mejor conocido como COCHICHO (Adonaí Rivera había partido a México y Eduardo Augustine retornó a Panamá).
Nos indica Claude Lévi-Strauss: “…podemos admitir que el papel del arte en la sociedad ⸻y diría, entonces, en toda sociedad, pues, por una vez, estaría dispuesto a generalizar⸻ no es simplemente el de aportar al consumidor (llamémosle así) una gratificación sensible. El arte es también una guía, un medio de instrucción y yo añadiría casi que de aprendizaje de la realidad ambiente.”
En el próximo artículo tendremos la conclusión de este periplo vivido para el arte y para la integración cultural de Mesoamérica.
Texto: Manuel E. Montilla. 9 de junio de 2022. David, Chiriquí, Panamá.