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OPINIÓN

La indignación de julio.

Lic. Abel Vergara López – Abogado. 

Panamá, domingo 17 de julio de 2022.

Ante la falta de credibilidad, producto del despilfarro de recursos estatales, múltiples nombramientos en la planilla estatal, aún durante la interminable emergencia sanitaria y la incapacidad manifiesta del actual gobierno, una gran parte de la población harta de ver como se reparten cual piñata nuestro país, mientras ésta recibe subsidios o bolsas de alimentos, decidió sumarse a las protestas diarias, ya no solo en redes sociales, sino en las calles con marchas y cierres de vías, expresando su descontento por los altos precios de alimentos y del combustible, así como la falta de medicamentos, entre otros problemas no tan recientes que nos agobian y de los que hoy padecemos sus consecuencias.

Un país que tradicionalmente ha encontrado la forma pacífica de resolver sus conflictos, lo manifiesta en sus protestas llenas de una alegría, que pareciera más una celebración que una manifestación de su indignación. Luego del brindis realizado por algunos diputados por la reelección de la junta directiva del Órgano Legislativo y de la ostentosa fiesta de la rectora estatal chiricana también reelecta en su cargo, ha llevado a los manifestantes a exigir respuestas que confiemos por el bien de todos, logren satisfacer a la mayoría de la población. El gobierno anunció la rebaja del precio del combustible, así como de algunos alimentos, lo que no ha sido suficiente para apaciguar los ánimos de los manifestantes. Durante el fin de semana, parecía haberse logrado un acuerdo, el cual fue desconocido por los gremios que mantienen el paro indefinido. El Órgano Ejecutivo logra un acuerdo con algunos dirigentes que mantenían cerrada la carretera interamericana, pero no con la mayoría. Ante esta falta de legitimidad, al convocar en la ciudad capital al diálogo sin los manifestantes, los que se mantienen reunidos en el interior del país, seguramente ha de recrudecer las protestas que llevan varias semanas.

Como consecuencia del prolongado cierre de vías en diversos sitios de la geografía nacional, el desabastecimiento de algunos productos alimenticios e insumos (como el tanque de gas), ha llevado a los manifestantes a permitir el paso a los vehículos de forma esporádica y temporal, para evitar la escasez que perjudica más a la propia población, que al gobierno. La ya deteriorada actividad comercial, afectada antes por la pandemia y ahora por las constantes protestas, ha llevado a los empresarios a sentarse en la mesa junto al gobierno y con la iglesia, esperando encontrar pronto una solución a la crisis económica, que no los lleve a afectar aún más su fuente de ingresos. No se deben confundir como desean algunos, las manifestaciones populares con una supuesta “lucha de clases”, pues tanto empresarios, como trabajadores, hemos sido todos afectados por nuestros políticos corruptos, quienes ya han demostrado no tener ningún interés auténtico en solucionar la crisis.

La inseguridad al transitar por algunas autopistas, como en la provincia de Colón y el distrito de San Miguelito, en las que individuos se dedican a pedir dinero a cambio de “permitirte” avanzar sin peligro o en caso de negarse a “colaborar” ser víctima de vandalismo, ha ocasionado el arresto de estas personas, que se aprovechan de la situación en la que la fuerza pública, es rebasada por la gran cantidad de protestas simultáneas. El temor a que se puedan producir actos de saqueos a comercios por turbas de manifestantes, mantiene a los empresarios preocupados. No caigamos en la provocación de quienes se aprovechan del caos y que sólo intentan como se dice popularmente “pescar en río revuelto”.

Inicia la tercera semana de protestas y pareciera que el gobierno prefiere dividir el movimiento negociando con algunos, pero evitando resolver la situación con los auténticos dirigentes, el gremio educativo, históricamente líder de reivindicaciones populares y por el cual se mantienen suspendidas las clases, afectadas antes por la pandemia y ahora por las protestas y cierre de vías. Hoy todos somos víctimas de un gobierno que ha perdido legitimidad y credibilidad, el cual se encuentra “arrinconado” por una población indignada e insatisfecha. El diálogo es el mejor camino. Confiemos se imponga pronto la sensatez y escuchen a la población, aún estamos a tiempo.