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OPINIÓN

Llegó la hora de propuestas y acciones novedosas para salvar al país.
  

Por Ramiro Guerra M.          

Abogado y cientista político.     

Las crisis políticas y sociales, son precursoras y parteras de cambios, que no siempre van acorde con el derecho. Lo anterior plantea el viejo debate en torno a los estados de facto (de hecho) y el proceso hacia su legitimidad tal como lo entendía Hans Kelsen. Son coyunturas, donde este tipo de gobierno en una primera fase, toman como referencia un estatuto revolucionario, colocándolo por encima del texto constitucional vigente, transición que apunta a un nuevo texto constitucional.
Todo el hacer mediador jurídico tiene que estar cónsono con dicho estatuto.

Vamos a lo concreto, situación panameña. La crisis revela tendencia a ser cada vez de una mayor profundidad. Tenemos una institucionalidad que da cuenta de un agotamiento severo. La democracia tiene un rostro de caricatura. El estado y el gobierno y otros poderes del estado, no están a la altura de los graves problemas que enfrenta la nación y el pueblo.

Voluntad política, no es un tema de un hacer voluntarista de algún factor de poder. Las crisis son como la brújula, van dibujando caminos y rutas de por donde avanzar.

Hay situaciones que llegan al extremo de sugerir un basta, aunque puedan contrariar la legalidad y la constitucionalidad. He leído algunas opiniones en dirección a señalar, que recomponer la democracia y la república, pasa por cerrar la asamblea de diputados. Acotan, que sería difícil endosarle a una acción de tal alcance, vicio de antidemocracia. Recomiendo la lectura de opiniones del jurista y analista Vitelio Desgracia.

La asamblea es una carga pesada para la sociedad. Seguramente la fuente de poder, para dar paso en esa dirección, vendría del propio ejecutivo o de las fuerzas del orden público. Nada nuevo en la historia política del país.

La legitimidad social de una acción política, dependerá del contenido democrático, de masas y de real recomposición de la república.

En temas del poder y la política hay que estar curados de espantos. Todo es posible. El o los gusanillos de las contradicciones, por acumulación, propician saltos y cambios que, en no pocas ocasiones, aparentan sorprender a la sociedad.

Jurídicamente el golpe de estado de 1968 y su transición hacia la legitimidad como lo entendía Kelsen, suministra insumos para el estudio y análisis de las transacciones de gobierno de facto hacia gobiernos de derecho.