OTRA VEZ LOS ALTOS PRECIOS DE LAS MEDICINAS EN EL SECTOR PRIVADO Y EL DESABASTECIMIENTO EN LA CAJA DEL SEGURO SOCIAL.
Por Ramiro Guerra Morales.
Abogado y cientista político.
Febrero 19 de 2022.
En la década de los noventa del siglo pasado, cuando se debatió la privatización de las empresas del estado, el economista Jose Eulogio Torres, sostenía que, en un mercado pequeño como lo es el caso de nuestro país, no resultaba cierto que la competencia entre los diversos agentes económicos, tenderian a una oferta de productos y servicios más asequible a los consumidores. Igualmente que los entes institucionales regulatorios para frenar prácticas antimonopólicas, no tendrían eficacia alguna. La realidad hoy le ha dado la razón al Dr. Torres.
Nuestra economía, su desenvolvimiento, se sustenta en sectores económicos que operan como oligopolios; no existe competencia, lo que se traduce en sobreprecios y su complemento la especulación. No existe ente regulador que frene esta situación. Lo anterior impacta en los precios de alimentos, servicios de energía eléctrica y alimentos.
En un modelo de economía neoliberal, los entes reguladores son ineficaces. No juegan una función reguladora de equilibrio de los precios y en vez de ello, se sobrepone la voluntad de los oligopolios económicos en perjuicio de los consumidores.
Los mismos argumentos que se esbozan contra los salvajes precios de los medicamentos, son los mismos que se pueden usar con otros servicios y productos que se ofertan en el mercado. Lo que ocurre, en el caso de las medicinas, es que la situación vivida es de alta sensibilidad humana.
Lo contradictorio de la situación descrita y que nos llama la atención es que, ese exacerbado ambiente de desregulación, dista de lo que señala la Constitución nacional que permite al estado, intervenir en los precios de productos y servicios esenciales, mediante reglamentos creados por la ley, de tal suerte que estos sean accesibles a los consumidores; lo mismo que también le permite intervenir en la economía, de tal suerte que los beneficios y utilidades que se generan, obren con un sentido de mayor reparto social.
Lo anterior coloca el debate en otro escenario: ¿ A quién o a quiénes sirve el estado?
En otro artículo escribiré sobre cómo los ingresos que recibe el estado y el alto endeudamiento, se traducen en una menor carga tributaria para los grupos de mayor poder económico, lo mismo que subsidios millonarios de productos básicos que se transfieren al sector privado. Los grandes perdedores en la crisis..., los trabajadores.