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OPINIÓN

PFIZER Y EL GOBIERNO NACIONAL: 

VERDADES, DEMOCRACIA Y CRIMENES DE LESA HUMANIDAD. 

Por: Silvio Guerra Morales. 

 

    Hay cosas que, a veces resultan incompresibles, difíciles de entender. Cuando esto acontece solemos decir, desde la perspectiva intelectual y académica, que estamos ante un nefasto asalto a la razón, verdaderos golpes de pernada a la lógica y al raciocinio. La dificultad en asimilarlas o comprenderlas no radica en el hecho de que se trata de fenómenos o de cosas esplendidas, milagrosas, sorpresivas, que nos dejen impávidos de positiva emoción, sino porque a ellas las caracteriza su connotado altruismo a la sin razón y en donde no encaja método alguno de Descartes ni mucho menos la razón pura. 

    Decimos esto a propósito de que, entre tanto, en no pocos países de América y Europa se han puesto frenos al carácter altamente irracional e ilógico de las llamadas medidas de bioseguridad sanitaria, v.gr.: Uso constante de alcohol en las manos, uso permanente de mascarillas sin discriminar a nadie, pantalla facial, distanciamiento a no menos de dos metros, etc., resulta que en Panamá, muy a pesar de haberse dado a conocer por parte de la propia Pfizer, y previamente conminados por un Juez que no le tuvo miedo a la FDA y menos a la Big Pharma, que las “vacunas contra el C/19 de esta gran transnacional de los productos fármacos”, generan en la salud humana efectos nocivos que sobrepasan a la enorme cantidad, debidamente enumerados, de más de 1200 efectos dañinos, nada, absolutamente nada ha acontecido y tenemos, para vergüenza y pena propias que el Gobierno Nacional de Panamá que ha debido, en todo caso, mandar a suspender las mismas o hacer un enérgico y soberano pronunciamiento de Estado frente a esta gran estafa y mentira del siglo XX, procediendo, inclusive a demandar y a exigir indemnización multimillonaria a este ente por los daños y prejuicios que ha acareado y los que están por verse, solo se la pasa o vive pronunciado o repitiendo el mismo discursillo del miedo y del pánico que arrancó a pocos días de haberse iniciado la plandemia de la agenda 20/30, con el corifeo de los medios de comunicación, e insisten en el “vacúnate”, “usa la mascarilla y la pantalla facial”, “mantente a más de dos metros de distancia”, “evita las aglomeraciones”, etc. Ridículo todo esto. Pero en los restaurante entras con la mascarilla, apenas procedes a sentarte a la mesa, feliz, te la quitas, no pada nada.  

    Ni siquiera un acto de golpes en el pecho como señal de mea culpa; menos una campaña de orientación a la población de cómo minimizar los efectos adversos de las inoculaciones o de cómo reponerse de ese liquido experimental, así reconocido por la propia Pfizer y que ha manifestado, del mismo modo, que sus inoculaciones no son vacunas, lo ha admitido. Pero reitero, nada pasa en nuestro medio.  

    Hoy ha circulado en las redes un audio que recogía un dialogo, entre dos damas, y una de ellas, identificándose como enfermera de Bugaba, hablaba de las estrategias para vacunar a la población, a las personas, niños, jóvenes y adultos y que tenían que acabar con las dosis porque éstas ya se estaban venciendo. Esto es muy delicado, altamente delicado, por demás que peligroso. ¿Quién la mandó, quién dio tales instrucciones, cuál es la estrategia a la que se refiere, ha salido la Ministra de Salud encargada a desmentir lo dicho por la supuesta enfermera?. Desde luego que no. Nadie dice siquiera “esta boca es mía”.   

    Da pena, mucha pena, observar el comportamiento de connacionales que se han enlistado en un ejército de persecución, que va sembrando por todo el territorio, por todas las aldeas y poblados de la nación, en barriadas y en sectores, ya del campo o de la ciudad, pánico, miedo, terror,. Todo raya, tras la complicidad repulsiva de los medios de comunicación, con un discurso de mucho miedo y que es auspiciado tanto por poderes internos como externos.      

    No obstante de lo anterior, la Pica en Flandes, fue puesta esta misma semana tras el inicio de clases en las escuelas públicas y privadas. Con el inicio de clases se dio a conocer que algunos directores y directoras de escuelas y colegios, públicos y privados, exigían a los acudientes que para permitir el ingreso del estudiante tenían que presentar la tarjeta de vacunación, sí, ese cartoncillo doblado que recoge la historia de las vacunas de un niño, niña o adolescente. Qué aconteció?. Pues que, pese a que se ha dicho que ningún niño será inoculado contra el Covid-19 o que no se le practicará hisopado alguno, o prueba rápida de detección del Covid sino se tiene la anuencia o permiso de sus padres, a pesar, repito, de que eso ha sido dicho así, ningún padre se arriesga a presentar la cacareada tarjeta de vacunación, porque al final de cuentas no vaya a ser que -sospecho y que ese debe ser el discurrir o el pensamiento le digan que al niño se le puso una dosis, por ejemplo, de no tenerla, contra la fiebre amarilla y resulta ser que lo que han hecho es clavarle la inoculación contra el Covid-19.

    Quede claro: Esto no es culpa de los padres. Esto es consecuencia directa de la incertidumbre y el desacierto, tras la soberana irresponsabilidad sembrada y advertida, desde el día uno de la plandemia, de cómo fueron tratadas las personas contagiadas, de cómo se les mandaba, irresponsablemente, a la casa a morirse sin tratamiento efectivo alguno y sin médicos valientes que siquiera se atrevieran a auscultarlos, examinarlos, salvo los ya famosos y conocidos por su gran entrega y creencia al juramento de Hipócrates -Enrique Chial, Marta Roa, Ajoort Lezcano, Humberto Torres, Trinidad Castillero (Un Ex Ministro de Salud de Panamá) y brindo disculpas por los que se me quedan por fuera pero sé que en el anonimato hay muchos más. 

    El discurso del “vacúnate” se desmoronó cundo surgieron, tanto en Panamá como a nivel mundial, los coros de que después de la primera dosis, vendría la segunda y la tercera, la cuarta y quién sabe cuántas dosis más. Como diría un parroquiano: “Hasta allá no estoy dispuesto a llegar, pues no soy tan estúpido como para no entender que esas inoculaciones de vacunas no tienen nada”.  

    Ya es hora, entonces, que el Gobierno se ponga las pilas. Un acto de credibilidad es que pegue por adelantado y demande a las Big Pharma. Por muchos de miles de millones de dólares sería esta demanda. Que todas las víctimas de este veneno experimental, con secuelas y efectos adversos a la salud, sean debidamente indemnizadas. Que con los dineros se cree un fondo especial de atención primaria a toda persona que presente efectos adversos y que ello conlleve una justa y cuantiosa indemnización vitalicia para ella y su familia. Que el Gobierno Nacional pruebe que está al lado de nuestro pueblo y que es realmente democrático.  

    Pero también es hora que la población también se las ponga y exija el respeto a los derechos humanos, no como quien pide clemencia, sino como quien los defiende a capa y a espada, sin violencia, sí con respeto e hidalguía; sin ofensas, pero sí con muestras claras y enérgicas de tener carácter y personalidad insobornable, sin doblegarse o bajar la cerviz. Nuestros hermanos indígenas lo acaban de demostrar, una vez más. Audaces y valientes! Dios bendiga a la Patria!