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OPINIÓN

UN ALEGATO DEFENSIVO INOLVIDABLE

Por: Jorge Zúñiga Sánchez

Como todos los temas de importancia nacional, la tema de la proliferación de abogados con notables deficiente académica a las malas ha dado lugar a algunos debates herméticos, y a inútiles comisiones de estudios.  El asunto se maneja con extrema prudencia pues con mucha facilidad los correctivos demandados, riñen con la libertad empresarial.  Y ese “Congo” nadie lo quiere alborotar.

Con todo y mis canas, evito la tentación de comparar “mis tiempos” como estudiante de derecho con “el después”, pues así como tuve profesores y compañeros a los que sigo admirando, de las  ejecutorias profesionales y personales  me llevé tremenda decepción.  Bueno, ¡de todo hay en la viña del Señor!.

Jamás le desearía mal a ninguno, pensando que “la vida se encargaría de ellos”. Todo este tema siguió creciendo y ofreciendo, hasta que se hizo normal, y hoy reposa bien escondido en el listado de las cosas que andan mal, y que algún día se atenderán.

Ayer, recibí el “audio” de un fogoso alegato de un abogado defensor, rebatiendo la imputación o la acusación oficial en un caso de robo.  Era una tesis jurídica que colocaba a su cliente en una situación “de legitima e ineludible necesidad de apoderarse de algo ajeno”. 

Por indicación médica, cada día debo prestarle menos atención a lo intrascendente, pero les confieso que lo que escuché, logró robar mi atención.  Ya habiendo crecido escuchado los trabalenguas de Cantinflas y Tres Patines, los consideré insuperables, pero ante esa pieza de oratoria, estos afamados actores terminaron como un par de “chichas de piña”.

En mi imaginación le veía frente al estrado, veía a un abogado joven, seguro de sí, luciendo un traje sastre completo, cuyas palabras le brotaban con fluidez de su cerebro. En el otro extremo, el juez y el fiscal se cruzaban entre sí, miradas de sorpresa, y por supuesto que la parentela del imputado, que aplaudió emocionada y fueron reprendidos por “Usía”.¿Cómo habría terminado eso?  Ni idea, y ni por curiosidad se me ocurre averiguarlo.

Tal vez yo sea la única persona que el incidente le ha motivado a reflexionar en positivo. Al respecto solo diré que, si idoneidad te habilita para ejercer la abogacía en los tribunales, lo que debe producir la presunción de que eres apto ofrecer tus servicios profesionales al público.  Para mí es tan éticamente censurable cobrar honorarios y no hacer nada, como hacer en público “semejante show”, por dejar mal parados a docentes, universidades, y al gremio abogadil, pues da argumento válidos a los sectores que desde hace rato vienen gestando una campaña silenciosa, que busca reducir posibilidades laborales dentro del país.

Este suceso debe comprometer el esfuerzo de las nuevas generaciones de abogados por adecentar la profesión, pues vivimos en una sociedad inquisidora, en la que ¡por uno pagamos todos!