Algunas reflexiones que ayuden a tomar las mejores decisiones en el proceso de diálogo.
Por: Profesor Carlos Lee, Abogado.
No podemos dejar de repensar cómo hemos decidido los grandes temas nacionales por 119 años, por decir desde que somos “Republica” independiente, pero mucho antes era la misma forma. Una mesa única de diálogo integrada solamente entre los sectores de poder, visibles e invisibles, evidentemente que estuvieron excluidos, mujeres, pueblos originarios, obreros, trabajadores, clase profesional. En esa “mesa única” se definieron modelo de gobierno, modelo de producción, modelo de educación en general nos prepararon para una sociedad excluyente, con una economía concertadora, generando una injusta distribución de la riqueza, con un modelo político basado en el clientelismo, donde la meritocracia se sacrificó por dar paso al amiguísimo, a la manipulación para los nombramientos como compensación por el apoyo electoral. Podría seguir pero ya es de todos conocido y ya se ha dicho con voz firme y fuerte basta ya, el gobierno, la clase política no nos representa y no trabaja por el Bien Común. Quien debe servir de árbitro entre el deseo de ganancia desenfrenada y el derecho al “Bien Vivir”, ha estado parcializado por 119 años. No podemos pretender resultados diferentes haciendo las mismas cosas. Hoy la experiencia del diálogo en la mesa única ha hecho las cosas diferente ha abierto una perspectiva para hacer las cosas diferentes. Aplicar la participación a todos los sectores es indiscutible pues eso es la verdadera democracia participativa y deliberativa. Ahora bien, con todas las limitaciones y equivocaciones que se pueda señalar al equipo de facilitación asumida por la Iglesia, hay que destacar que este espacio creó la confianza necesaria para facilitar, la razón que es un actor independiente, un actor que doctrinalmente promueve la justicia, la verdad, la fraternidad, que sus valores son definidos desde el respeto a la vida, el reconocimiento de los Derechos Humanos, pero además tiene una visión de trascendencia. En este momento es clave para ina segunda fase, quien asumirá la facilitación/coordinación, la custodia de acuerdos y compromisos. Las instituciones políticas, gremiales, gubernamentales podrán tener legalidad, pero carentes de legitimidad. La Concertación no tiene créditos que sustente su capacidad y eficacia para lograr incidir en cambios concretos que fortalezcan la democracia y participación ciudadana. La Iglesia se rige por el principio de subsidiaridad que le obliga a asumir responsabilidades sociales hasta cuando la sociedad no esté capacitada para asumir su responsabilidad, este mismo principio hace que la actuación de la iglesia nunca tendrá como resultado sustituir o usurpar tarea que son propia y exclusivas de la sociedad, por lo que es importante dar pasos responsables para determinar metodología, agenda y límites de esta nueva fase del diálogo. Carlos Lee