ARROZ CON TUNA
Por: Gabriel Rodriguez
En un país tan pequeño como el nuestro, son pocos los acontecimientos que pasan desapercibidos, especialmente los que tienen un matiz político, y peor aún, si además le ponemos una pizca de sazón social.
El incidente del “arroz con tuna” se ha vuelto viral y con justa razón, no sólo por la genialidad con la que nuestros hermanos originarios han llamado la atención, sino además por la sátira social que encierra el incidente, haciendo ver a los gobernantes de la desigualdad con la que ellos… SÍ, ELLOS… están manejando los temas relacionados con la población en general y como nos miran, como parte de la sociedad panameña.
Me permito opinar que la crisis social que atraviesa el país no es producto de una “lucha de clases”, como algunos sectores insistentemente pretenden hacer ver con la única intención de provocar divisiones sociales entre los panameños para lograr hacerse del poder a como de lugar. No es una lucha entre pobres y ricos, ni entre clase alta y clase baja.
La lucha iniciada por el pueblo panameño no es de clases, es contra las decisiones de un gobierno y sus funcionarios, que por un lado se ha desconectado por completo de las necesidades de un pueblo que clama por atención, mientras por el otro aprovecha de los recursos estatales para enriquecer y beneficiar a todos los que han sido bendecidos con el nombramiento en un cargo público con jugosos salarios. El alto costo del combustible, de los insumos, de la canasta básica, de la luz, servicios bancarios y demás, no afectan solamente a una clase baja, afecta a todos los panameños, sin distingo de raza, sexo o condición
Desde el inicio de la crisis sanitaria provocada por la pandemia, el gobierno nacional se desconectó por completo de los problemas sociales del país, demostrando muy poca solidaridad con las penurias de un pueblo que, en todo momento solicitó se adoptaran medidas, a lo interno de la propia administración, que permitieran mitigar los efectos económicos causados por esa situación.
Todas las medidas adoptadas por el gobierno representaron un sacrificio fiscal que, a la larga, se carga al bolsillo de cada uno de los panameños. Ninguna medida representó un sacrificio de la parte del gobierno sino todo lo contrario: aumento de planillas, aumento de salarios, aumento de gastos de representación, entre otras muchas cosas.
Ciertamente, marcado el fin de la pandemia el pueblo comenzó a retornar a una nueva normalidad, con las consecuencias dejadas por la pandemia y de las que resaltan el desempleo, afectación económica, deudas millonarias, poca actividad, entre otras muchas cosas, contrastada con una política económica estatal que, además de no presentar un plan coherente para atraer inversiones, sólo busca aumentar la recaudación fiscal con impuestos que la población ya no tiene ni sabe de donde podrá sacar, como consecuencia de todo lo ocurrido.
A la vez, hay un considerable aumento en el presupuesto de funcionamiento de todas las instituciones del Estado, con énfasis en la Asamblea Nacional de Diputados, que pareciera formara parte de una Nación completamente diferente dada su insistente intención de posicionarse como la “clase élite” o “privilegiada” del país, y en la que imperan los nombramientos de “promotores sociales”, “promotores deportivos” y “promotores comunitarios”, amén de la enorme cantidad de conductores, choferes, secretarios, consejeros y asesores, con salarios exorbitantes, que son un insulto a toda la sociedad, sin importar a que clase pertenezcan.
Lo que ocurre hoy pareciera seguir siendo el mismo comportamiento del gobierno, con una mesa de diálogo cuyas conclusiones sólo cargarán y afectarán al erario público y a la economía del país, pero sin ningún tipo de sacrificio por parte del gobierno.
La poca solidaridad gubernamental es precisamente lo que tiene a la gente altamente cabreada, porque se siguen proponiendo medidas que de una forma u otra afectarán el bolsillo de cada uno de los panameños, pero ninguna de ellas que implique terminar con el abuso de los fondos estatales en el nombramiento y mantenimiento de cientos de miles de botellas y funcionarios inoperantes, salarios exorbitantes y creación de ministros y asesores sin función específica.
Mientras el gobierno no de muestras de solidaridad con la situación actual, la crisis seguirá acrecentándose, lo que podría tener una lamentable e irreversible consecuencia para toda la economía del país.
El incidente del Arroz con Tuna lo único que hizo, fue dejar en evidencia la desconexión y falta de solidaridad de los funcionarios de gobierno, con los problemas que aquejan a toda una sociedad, y no a una clase en particular.