DAR (el) DUELO
Por: Dra. Edilia Camargo
“Nicolás lleva más tiempo muerto que vivo, pero esa proporción se invierte en mis escritos, donde regresa una y otra vez, sin cesar, porque los muertxs también se resisten a quedarse quietxs, fijxs, muerto (s) de una vez por todas...” Vir/ginia Cano
En medio de la efervescencia del XIX Congreso de la Asociación Internacional de Mujeres filósofas (IAPH) por sus siglas en inglés. Facultad de Filosofía y Letras – Universidad de Buenos Aires, 31/7 al 4/8 de 2023, se abrieron espacios para una miniferia de libros.
La mayoría reediciones de autores clásicos en la Historia de la Filosofía. Otros, la gran mayoría, relecturas ... Kierkegard, muy a la moda. Buscaba uno sobre filosofía analítica y en particular, sobre la “perspectiva en segunda persona” en la línea de una propuesta de “descorporización” , del lenguaje - postura opuesta a la que llevo sosteniendo via el deporte competitivo, como “puesta de cuerpo” para pensar – El cuerpo es lenguaje y también escritura.
En otras palabras, corporización, metida de cabeza en el pensamiento filosófico. Llevo, como Virginia Cano, filósofa, escritora, docente, activista lesbiana y feminista, años intentando hacer duelos... No precisamente de otro “Nicolás". Los míos, porque son varios, arrancan con la muerte de mi madre y se prolongan con la de amores , enterrados o fantasmas que no quieren morir.
Con frecuencia, tendemos a “aislar la muerte de la vida, no dejarlas entrelazarse íntimamente, cada una intrusa en el corazón de la otra: he aquí lo que nunca hay que hacer” El duelo, en realidad, recupera la muerte como algo vital, al tiempo que se descubre un espacio viscoso, contaminado, en el que el umbral entre vivos y muertos se confunde, se tensa, se suspende e incluso implosiona.
Como la memoria, que se mueve entre el intento inútil de medir lo que no tiene medida estable ni común y el esfuerzo imposible de retener lo que no cesa de partir y transformarse en nosotrxs.
Todos los fragmentos de ese duelo regresan con desesperación a los números ( tantos años ) y al intento siempre fallido de medir y contener una muerte, un duelo, la presencia ambivalente de una ausencia. Los años y los cálculos insisten con obstinación allí en la desmesura de lo que jamás encuentra un lugar, ni un tiempo fijo.
Los duelos nos hacen calcular lo incalculable y cartografiar lo imposible: el territorio borroso de lo que no pudo ser. Con Jacques Derrida me une a través del tiempo una intensa Conversación sobre la pertinencia de continuar o no una tesis de Doctorado de Estado: Sujeto y Objeto en la experiencia estética, bajo la dirección de Mikel Dufrenne en Paris/Nanterre.
No viene al caso entrar en los detalles de la Conversación. Virgina Cano está impregnada de la radicalidad de Derrida, unida a Roland Barthes..en la fragmentariedad obsesiva de su pensamiento. Me identifico con ambos. “En un par de días cumplo 41.
Ayer mis amigos me preguntaban si me da miedo envejecer, a lo que respondí que sí, que claro, que me da miedo. Y no tanto por sentir que me acerco a la muerte (.) sino por la idea que me produce dejar de ser percibida como joven. A decir verdad, yo me siento vieja desde muy joven.
Podría afirmar incluso que a los 14, con la muerte de mi hermano, me hice anciana por primera vez.. Ahora que soy - diría que finalmente, o más bien, comenzando a ser – una vieja-viejo, un señor lesbiano, une tortón madure y des/asentade, ahora que me ven más parecidx a lo que me siento, ahora, extraña paradoja del destino, me da un poco de miedo.
No es menor empezar a pre-sentir la pérdida del capital erótico que comporta no ser leída como “joven” , aunque todavía no tengo mucho para quejarme. Lo mismo me pasa con la idea de ir perdiendo fuerza, incluso movilidad.
El capacitismo siempre se ha llevado bien con la gerontofobia. Lo que sí puedo decir es que la amenaza de esa pérdida es un fantasma del que no hay libro o taller, - ni seminarios universitarios, ni políticas públicas- que me haya podido liberar completamente, aunque no me entrego a ella ( a la vejez ) degollada.
Así que sí, siento un poco de temor, y de ansiedad ( porque siempre ansiedad) , pero también un poco de sosiego y curiosidad por habitar la vejez.” Muy cierto, imposible no aprender nada de la muerte de un ser amado o del dolor de abandono y de orfandad que nos persigue tras una pérdida inevitable o voluntaria.
Aún asi, hay que vivir con todo ello. Se aprende, muriendo al dolor. “Aprendí que de algunas pérdidas se sale fortalecidx y que sólo se resiste al tiempo y al dolor y al hastío en el cobijo de los afectos que supimos (de)construir.
Algunos amores se transforman....otros perecen, y que eso siempre implica un duelo.” Finalmente, la vejez misma, es un duelo. Dependiendo de cómo se asuma ..O entras en ella. La haces tuya. Tu amiga...O caes. Esta es, la vejez…para morir. ¡Da miedo.!