OBJETIVIDAD Y CONFLICTO DE INTERESES: EL PROBLEMA MARTINELLI.
Por: Silvio Guerra y Ramiro Guerra Morales.
A nivel de lo contenidos propios de las Ciencias Sociales he podido entender que la objetividad, en no pocos casos, deviene en parcial, es decir, muy al contrario de lo esperado, y muy distante de toda arterutralidad. La alterutralidad, en su momento, fue un neologismo acuñado por el propio Unamuno ante la imposibilidad lingüística de expresar su postura política en cualquier contexto de polarización, refiriéndose con dicho concepto a la capacidad de estar a favor de ambos bandos en un conflicto, lo cual implica por igual la facultad de hacer señalamientos críticos a los contendientes.
Dicho, en palabras más comprensibles, en nombre de esa nefasta “objetividad” se presentan criterios, opiniones, posiciones, etc., que terminan llevando agua a algún molino y no necesariamente de los que impulsan aguas, sino puros intereses. Bien podría tratarse del decaimiento o entrega de la objetividad en las perversas manos de la subjetividad.
En este contexto, siempre ocurrirá que para alguien o para algunos, en tus análisis, por mucha objetividad que expreses o defiendas, te ubiquen y estigmaticen de que estás apoyando a tal o cual interés en pugna. Eso no debe ser óbice para externar lo que es el producto de un análisis realmente objetivo. Por ello, no hay que tener, de ninguna manera, miedo a las estigmatizaciones.
El mundo de las ideas es multívoco. Lo fundamental, a nuestro juicio, es auscultar las contradicciones que pueda ocultar el fenómeno. Esto es parte de la objetividad. Obvio, hay fuerzas e intereses que rehúyen, desde esta perspectiva, el análisis. No les conviene. Ya Kant lo advertía: La necesaria distinción entre el fenómeno, caracterizado por lo apariencial y el nóumeno, connotado por la esencia o lo sustancial. Es allí, en donde quien se llame o califique de ser “objetivo”, debe hacer trascender la idea del análisis o del debate. No cabe en la inteligencia profunda, en la aguda sabiduría, descartar al analista por su profundidad conceptual y filosófica. Solo la filosofía que trasciende al humanismo y a la espiritualidad, quien la domine, puede resolver las esencias o la sustancia del pensamiento. Bien lo decía Descartes “Cogito, ergo sum-Pienso, luego, existo”.
Tenemos años escribiendo que las realidades post invasión, muestran un proceso en curso que apunta hacia el control total de la gobernanza política, por parte de los clanes del poder económico. Se trata de la vuelta al poder, por parte de los clanes de la oligarquía,
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cosa que vienen haciendo tras un evidente afianzamiento de la democracia liberal y formal. Es en este escenario, valga explorar las contradicciones, en que se está moviendo la actual contienda electoral.
Es obvio, que el poder económico, sus poderes mediáticos, están detrás de la estrategia de sacar de la contienda electoral al Ex Presidente Martinelli. Y decir esto, en aras de advertir la esencia del problema, no se trata, de nuestra parte, de afirmar si es inocente o no de los cargos que sele han formulado, pero, como abogados, observamos cosas muy extrañas en sus procesos. Hemos escrito, que el día en que la institución del debido proceso se mediatice, mejor cerremos los tribunales y que reine una especie de anarquía o de absolutismo judicial.
En efecto, hay contradicciones por los lados del bloque económicamente, dominante y, de modo paradójico, Martinelli quien pudo por decisión propia, el ser considerado parte de ellos, disponiendo estar al lado del pueblo, es considerado y tildado, por esos sectores, como un grande enemigo y reprochable adversario. Y a ellos, les importa poco o nada que Martinelli sea un hombre de convicciones de derecha.
El análisis anterior es lo que nos impulsa a no hacerle coro a la oligarquía en este affaire Martinelli. Triste que muchos y hasta sectores del movimiento popular, sin darse cuenta, han caído en la entonación de ese coro de la oligarquía en su implacable guerra contra el Ex Presidente.
Una línea táctica, pienso la incorrecta, pasa por adversar al Ex Mandatario, desde una posición antiética (El enemigo no debe opinar de su enemigo, pues ello traduce una postura inmoral y antiética, que decanta en la malquerencia que alienta sus opiniones) lo han victimizado al extremo y con ello el pueblo sumándose o haciendo filas al lado del homo politicus, y lo que sí tenemos bien claro, lejos de la intersubjetividad, es que, en esta contienda electoral, la oligarquía juega y apuesta a colocar un cuadro orgánico, de los suyos, en la Presidencia.
Siendo que este homo politicus se opone al papel protagónico y hegemónico que viene ejerciendo, siglos ya, el homo oeconomicus. Este es una figura humana, pero individualista, muy egoísta, frío y calculador, cuya motivación primordial consiste en la maximización racional de sus intereses. Es un hombre que se mueve sigilosamente y trafica las relaciones que le brindan los resortes del poder político que,
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combinados con su poder económico, es capaz de establecer las reglas del juego electoral y poner curso a su real querer y voluntad.
Existen diferentes versiones de cómo emergió históricamente el homo oeconomicus que terminaría desplazando al homo juridicus o sujeto de derecho. Para algunos estudiosos, la idea del homo oeconomicus se habría originado en el siglo XVIII y se acentuaría con el empirismo inglés. Se identifica como un sujeto de preferencias y elecciones individuales referidas a la propia utilidad, un individuo que, al calcular sus intereses y obedecerlos, respondería convergentemente a las expectativas ajenas en virtud de una mano “invisible” (o de cierta racionalidad providencial del proceso económico)
En Panamá, ese hombre o pocos hombres que encajan en el calificativo de “homo oeconomicus” han montado una campaña de ataques, persecuciones, desprestigio, indisposiciones, sin fin, contra Martinelli, y con ello, cada día más, lo disparan al éxito de su incuestionable popularidad. Nosotros, por nuestra parte, seguiremos siendo y apostamos por ello, de la especie del homo juridicus, fieles creyentes de que aún quedan resabios del Estado de Derecho. ¡Dios bendiga a la Patria!.